Fotografía de Robert Doisneau, "Le vélo de printemps", 1948.
Llámame antigua.. pero no voy a renunciar a descubrirte despacio, como se descubren esos pequeños secretos que alguien deja enterrados en la arena. Observarte sin prisas, que me dejes ver qué hay detrás de esa mirada, qué sueños se esconden bajo el uniforme impuesto por esta sociedad correcta y fría, de deseos rápidos y con prisas, por los que no vale la pena esperar un poquito.. sólo un poquito...
No pretendo que abras tus puertas en un día, no quiero, no me gusta.. tan sólo saber que me concedes el tiempo suficiente, el que haga falta, para recorrer el camino a tu casa.
Llámame clásica... pero quiero que me descubras despacio, que me invites a un té y me sostengas la mirada y me des el valor para que yo no la baje.. como antaño. Que me des un solo motivo para que aparque las dudas, me baje del mundo y me quite la máscara. Quiero que tú quieras que lo haga, que te importe lo que hay detrás, sin prisas, que el tiempo se detenga, que no importe, mientras me tomas de la mano y damos una vuelta... y sonríes, y sonrío incómoda pero a cada paso un poquito menos.. mientras te llevo a mi casa.
No lo tomes por debilidad. No pido lánguidas miradas románticas, sino miradas valientes. Quiero que tengas el valor suficiente para intentar algo grande... despacio.. muy despacio.