26 julio 2009

A orillas del Bósforo



Me llevé en el corazón más regalos de los que podía encontrar en todos los bazares juntos, en todas aquellas calles que se entrelazaban, haciéndome que me perdiera poco a poco entre las voces, los cantos, los olores, el calor, las llamadas de los muecines, las danzas de los derviches.. que me perdiera para, paso a paso, encontrarme, escuchar en medio del caos el lenguaje de mi alma.. y por una vez, entenderlo.

El miedo a lo desconocido, al desamparo, y la desconfianza fueron desapareciendo en cuestión de horas a medida que me desprendía de mis prejuicios y dejaba que mis zapatillas se impregnaran de aquella tierra con olor a mar y especias mientras mi corazón se llenaba de sus gentes. Me sorprendió la amabilidad, la tolerancia, me asombró esa cultura mezcla de misticidad y humildad, que no oscurecía en ningún momento su caracter alegre, divertido, siempre dispuestos a dar, a compartir la grandeza de su historia, a enseñarte su idioma, y abrirte su alma.

Dicen que de un viaje se olvidan muchas cosas y se recuerdan otras que sin embargo no se vivieron, puede que sea cierto, pero me quedo con tantos momentos.. el beso al aire, espontáneo, sincero, regalo de aquella niña en el silencio de la mezquita; la compañía de aquella mujer sonriente y completamente tapada con sus telas negras, que me hizo comprender la importancia de lenguaje del alma.. y el canto solitario del chico que, sentado a mi lado en aquel barco, me envolvió en una paz inmensa mientras el sol se iba ocultando. Con cada ir y venir de sus olas, supe lo que quería, supe lo que buscaba.. y por unos monentos sentí la fuerza suficiente para hacerlo.

Encontré mi lugar en el mundo.. y supe que lo volveré a encontrar en cualquier rincón del planeta al que vaya con el corazón abierto dispuesto a dar y recibir, a aprender, a disfrutar de la magia de las diferencias.