07 septiembre 2014

Atardeceres y nuevos comienzos

El color del cielo en este atardecer, después de la tormenta, es indescriptible. Pura luz. Huele a tierra húmeda. El sol se empeña en seguir ofreciéndonos esa luz rojiza de final del verano.
No es un final, es un nuevo comienzo.

Vuelvo a trabajar después de los días de vacaciones, y vuelvo con ganas y proyectos. Como este atardecer, me niego a dejar de lado todos los matices de color que cada nuevo día puede ofrecernos. Es el tiempo de la vuelta a la rutina, de los bolis nuevos y zapatos a estrenar. Empiezo, y mi comienzo está cargado de deseos de hacer cada día único... como así lo es, único e irrepetible. Nuevas ideas en las que trabajar, objetivos, promesas, planes.. Y cada día, momentos para la reflexión, para reencontrarme, soñar, leer, aprender fuera del ámbito de mi profesión.

A veces pienso que si volviera a tener dieciocho años elegiría otra carrera, pero en el fondo sé que es pura rebeldía, cosas que me digo para soñar un poco despierta... Pero no, volvería a elegir lo mismo porque a pesar de que a veces me aparto del camino por diversos motivos, esto es lo que me apasiona. El mecanismo inrínseco y complejo del ser humano, de humani corporis fabrica, cada elemento, cada engranaje.

Elementos, ajenos al estudio y trabajo propio sobre esta materia, hacen que mi ilusión se nuble, que salgan a flote los agobios y los miedos.. Pero me hace falta muy poco para que esas amenazas de tormenta desaparezcan. Y mi vocación resurge, como el rojo tímido de este atardecer después de la lluvia, porque la luz nace pura de lo más profundo.

Vuelvo de vacaciones con una vocación purificada. Con ganas. Con nuevas metas. Es la vuelta al cole de una cirujana.