07 septiembre 2014

Atardeceres y nuevos comienzos

El color del cielo en este atardecer, después de la tormenta, es indescriptible. Pura luz. Huele a tierra húmeda. El sol se empeña en seguir ofreciéndonos esa luz rojiza de final del verano.
No es un final, es un nuevo comienzo.

Vuelvo a trabajar después de los días de vacaciones, y vuelvo con ganas y proyectos. Como este atardecer, me niego a dejar de lado todos los matices de color que cada nuevo día puede ofrecernos. Es el tiempo de la vuelta a la rutina, de los bolis nuevos y zapatos a estrenar. Empiezo, y mi comienzo está cargado de deseos de hacer cada día único... como así lo es, único e irrepetible. Nuevas ideas en las que trabajar, objetivos, promesas, planes.. Y cada día, momentos para la reflexión, para reencontrarme, soñar, leer, aprender fuera del ámbito de mi profesión.

A veces pienso que si volviera a tener dieciocho años elegiría otra carrera, pero en el fondo sé que es pura rebeldía, cosas que me digo para soñar un poco despierta... Pero no, volvería a elegir lo mismo porque a pesar de que a veces me aparto del camino por diversos motivos, esto es lo que me apasiona. El mecanismo inrínseco y complejo del ser humano, de humani corporis fabrica, cada elemento, cada engranaje.

Elementos, ajenos al estudio y trabajo propio sobre esta materia, hacen que mi ilusión se nuble, que salgan a flote los agobios y los miedos.. Pero me hace falta muy poco para que esas amenazas de tormenta desaparezcan. Y mi vocación resurge, como el rojo tímido de este atardecer después de la lluvia, porque la luz nace pura de lo más profundo.

Vuelvo de vacaciones con una vocación purificada. Con ganas. Con nuevas metas. Es la vuelta al cole de una cirujana.

11 mayo 2014

De princesas guerreras..

Imagen de Nicoletta Ceccoli
 
Se espera que con los años los cuentos de hadas se marchiten en un lugar cerrado del alma. Ese rincón en donde duermen los sueños, las cosas más puras y bellas, que sólo la mente blanca de un niño puede imaginar. Ese rincón que va cerrando poco a poco la puerta y un día la vida termina por fin dando el último portazo y tira la llave al mar. Un mar de sensatez, de racionalidad, un mar adulto, profundo, y helado..
 
A las almas que mantenemos esta puerta abierta nos da vergüenza que se vea la tímida luz que se cuela por ella. Sabemos que puede ser tomado como un signo de inmadurez, de ingenuidad, incluso debilidad. Disimulamos. Me pongo el traje de mujer adulta, al inicio de la treintena, profesional, mujer moderna, progresista y sin miedos. Entrenada para salir a la calle, comerse el mundo y matar a la princesa que juega en su escondite. Pero ella es más fuerte. Siempre lo es.
 
La princesa que vive ahí escondida me dice que no me dé miedo seguir creyendo en príncipes azules. Se alimenta de sueños, de sonrisas sinceras, de gestos inequívocos y ancestrales, de esa fuerza que mueve el mundo desde el inicio de los tiempos. Le gustan los besos que rozan la comisura de la boca, con una mano suave posada en la otra mejilla. Ojos cerrados. Las miradas calladas. Cosquillas en la nuca. Noches mediterráneas de arenas blancas.
 
El ajetreo diario quiere destruirla. El amor de barra, el deseo con prisa, miradas vulgares y besos amnésicos.
Pero ella lucha. Es una princesa guerrera. Adulta, profesional, moderna, progresista y sin miedos. Sabe lo que quiere y no se conforma con menos.
 
Busca el amor sin medida, el príncipe valiente, los sueños eternos.
Tan sencillo como eso. Desde el inicio de los tiempos....