29 agosto 2006

Para tí, hoy, vuela este pensamiento

Permíteme que dedique hoy un pensamiento a una persona especial. Lo escribí hace ya un tiempo, cuando pensé que jamás volvería a encontrarme con él... pero la vida da muchas vueltas, y el mundo es un pañuelo. Quizás hoy no escribiría esas palabras y las lea con cariño como quien abre un diario escrito hace ya tiempo, quizás hoy haya perdido un poquito de esa ingenuidad que tenía entonces.. pero creo que en el fondo no he cambiado tanto, por eso para mí estas palabras siguen significando tanto. Tú sigues significando tanto. Ahí van, para tí, mis pensamientos...


... Llegué a uno de los lugares más calurosos de nuestra geografía con el corazón frío y el alma inquieta. No pensaba en absoluto volver a sentir en aquellos días lo que hacía tiempo que no sentía, esa ilusión que te regala un brillo en los ojos y te dibuja una sonrisa, una amplia y sincera sonrisa. Te vi, te miré con curiosidad, y ya no pude dejar de hacerlo hasta que regresé a mi tierra. Desde la otra punta del mundo me dedicaste una mirada que no pude entender, que se me clavó en el alma y me hizo pensar... pensar en lo insustanciales y superficiales que siempre me habían parecido los “amores” de verano, y sin embargo, qué profunda era tu mirada y qué sincera tu simpatía... ¿hubiera sido lo mismo conocerte en invierno?... yo creo que sí.

Me doy cuenta de todo lo que me habría gustado saber de ti, de cuántas preguntas se me quedaron en el tintero... sólo sé que tal vez habríamos sido buenos amigos, y por qué no algo más, si no hubiese tenido yo tan fijas en mi cabeza las “Leyes del Amor”, ésas que como dice Arundhati Roy establecen a quién debemos querer, y cómo... y cuánto.

Porque no pudo ser, porque teníamos demasiadas diferencias que nos separaban, demasiadas normas que romper... cuando tan sólo debíamos haber obedecido a una única norma, y al menos yo, no fui valiente. Tú sí. Tú, si lo pensamos con esa frialdad que se nos ha instalado en nuestro disco duro y nos hace obrar como simples ordenadores (“esto está bien, esto está mal”), tenías menos que perder. Se selló nuestra complicidad con profundas miradas y abiertas sonrisas... Sabíamos que aquello era difícil en esta sociedad en que vivimos, que hacía falta mucha fuerza para defendernos de tantas cabezas cuadradas que nos rodean... así que más bien se convirtió en un juego, un juego de “secretos” a viva voz con el que al principio me divertía, y luego.. luego empecé a cogerte cariño. No puedo decir que te quiero porque esas Leyes del Amor me tacharían de irracional y porque, quizás, no sea eso lo que realmente siento... pero me encantaría haberte podido conocer más a fondo. No tuve tiempo... y no me atreví.

Sólo sé que la vida es corta, pero te da bastantes oportunidades que pasan a tu lado esperando que las agarres con fuerza. Y si te equivocas, pues te equivocaste... como leí una vez, en esta vida lo difícil se hace y lo imposible se intenta. Quiero darte las gracias porque me devolviste la confianza en mí misma y me ayudaste a olvidar ciertas cosas. Gracias por venir desde tan lejos para hacerme sonreir. La felicidad llega cuando menos te lo esperas, y yo te deseo amigo... toda la suerte del mundo...

Creo que la tuviste y espero que la sigas teniendo. Me devolviste la alegría cuando más lo necesitaba y por eso tienes un lugar importante en mis recuerdos. La vida te dio muchas vueltas, y a mí también; pero nos volvió a juntar en el mismo punto, quizás con algo más de experiencia en la mirada. Deseo con todas mis fuerzas que lo vuelva a hacer... Allah hafiz

1 comentario:

Anónimo dijo...

Te he hecho daño, alma mía, he desgarrado tu alma.

Entiéndeme. Todos saben quien soy, porque ese Soy es además un hombre para ti.

En ti vacilo, caigo y me levanto ardiendo.

Tú entre todos los seres tienes derecho a verme débil.
Y tu pequeña mano de pan y de guitarra debe tocar mi pecho cuando sale al combate.

Por eso busco en ti la firme piedra.
Ásperas manos en tu sangre clavo buscando tu firmeza y la profundidad que necesito,

y si no encuentro sino tu risa de metal, si no hallo nada en qué sostener mis duros pasos, adorada,

recibe mi tristeza y mi cólera, mis manos enemigas destruyéndote un poco para que te levantes de la arcilla,

hecha de nuevo

PARA MIS COMBATES.